Monstruos Clásicos
Programa de Radio Sant Quirze
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Llego a Ginebra para tomar
una cerveza a orillas del lago Lemán, a la vista del Jet d’Eau y mirando al
otro lado en la cercana población donde alquilaron la Villa Diodati.
Entre las brumas y las
bromas del año sin verano de 1816 porque el Tambora había entrado súbitamente
en erupción, la más violenta conocida, y su explosión piroclástica provocó
tsunamis, terremotos y gran cantidad de material volcánico y cenizas
produciendo el fenómeno llamado invierno
volcánico que afectó a todo el planeta.
Mayo de 1816, Mary Godwin,
más conocida por el nombre de su marido, Percy Shelley y el hijo de ambos, van
a Ginebra con Claire Clairmont. Planeaban pasar el verano con el famoso poeta
romántico Lord Byron, que mantenía un romance con Claire y la había dejado
embarazada. Tras un azaroso viaje por una Europa embarrada y congelada, el
grupo llegó a Villa Diodati, donde se unió a Lord Byron y su joven médico y secretario,
John William Polidori.
El cambio de clima les
obligó a quedarse encerrados en Villa Diodati. En un tiempo sin Netflix podía
haber sido un verano terriblemente aburrido, pero se trataba de algunas de las
mentes literarias más brillantes y efervescentes de su época.
En la primera semana de
junio, los ingleses estaban desesperados. La lluvia, el frío y el viento no
cesaban y las horas dentro de la villa se hacían interminables. Para combatir
el aburrimiento, leían colecciones de cuentos populares alemanes y de historias
sobrenaturales tradicionales, mientras consumían láudano a discreción. Además,
Byron añadía de su cosecha las leyendas sobre monstruos sedientos de sangre que
había oído en los Cárpatos, unos años antes. En medio de ese caldo de cultivo,
de repente, el poeta inglés tuvo una repentina inspiración: Cada uno de ellos
debería escribir una historia sobrenatural, original y con un personaje monstruoso
como protagonista. Aburridos por la inactividad, el resto de acompañantes
aceptaron el reto de inmediato y se comprometieron a presentar sus resultados
tres días más tarde.
Byron indolente de
vacaciones nada de nada, y Percey
Shelley era un poeta que no se veía a sí mismo escribiendo prosa de terror, así
que, al llegar la fecha pactada, ninguno de ellos tenía su trabajo terminado. No
obstante Mary Shelley y el sufrido
Polidori habían rematado sus textos.
Polidori aprovechó un trozo
de una novela inacabada de Byron, y a su turno tomó aire, carraspeó un par de
veces y se puso en pie para leer un fragmento de su novela corta titulada El vampiro. Fue la primera vez en la historia que la figura
del vampiro romántico, del que después nacería Drácula, aparecía en formato
escrito, de forma que el esbozo de
Polidori sentó las bases del personaje vampírico y estableció los
cánones de este monstruo.
Por otro lado durante un
sueño, Mary Shelley concibió la idea de Frankenstein. ‘Vi, con los ojos
cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes
impías, de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma
de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste
cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía
de ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier
esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo’.
En su sueño se conjugaban
las conversaciones que mantenían con frecuencia Polidori y Percy respecto de
las nuevas investigaciones de Erasmus Darwin que trataban sobre el poder de la
electricidad para revivir cuerpos ya inertes, lo que se conoce como
experimentos galvánicos. La electricidad como nueva fuente de energía que
intriga, y los pedazos recolectados de muertos para el monstruo de
Frankenstein, un coctel terrorífico par la primera historia moderna de ciencia
ficción y una excelente novela de terror gótico.
Hoy una pesadilla me ha
visitado con sus monstruos clásicos he jugado. Drácula, Frankenstein y el
Hombre Lobo, de película desde 1923 desde los estudios de la Universal. Un
universo monstruoso que desafía nuestra natural naturaleza de vivir en los
misterios y disfrutar de la angustia desde la butaca del espectador.
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